No me cabe duda de que el sector de los seguros “goza” de una cierta mala reputación. En parte en mi opinión a algunas campañas publicitarias, que aseguraban se cubría “todo, todo, todo”.
Nada más lejos de la verdad, pues conceptual y legalmente ello no es posible. Pero tampoco seamos negativos. Aquélla persona o empresa que haya sufrido un siniestro (quién no….), y haya vivido una experiencia positiva, sin duda tendrá una opinión favorable o muy favorable, de este contrato (al fin y al cabo, un seguro no es más que un contrato, (El contrato de seguro es aquel por el que el asegurador se obliga, mediante el cobro de una prima y para el caso de que se produzca el evento cuyo riesgo es objeto de cobertura a indemnizar, dentro de los límites pactados, el daño producido al asegurado o a satisfacer un capital, una renta u otras prestaciones convenidas)).
Y no cabe duda de que el contrato de seguro y el sector asegurador, es una herramienta imprescindible para el funcionamiento de la economía y el mundo tal y como lo conocemos. Ya los babilonios, griegos o romanos, fueron conscientes de la necesidad de compartir un riesgo, que no es otra forma sino de asegurarlo.
Pero todos los contratos de seguros tienen sus exclusiones, pues no todo se puede, se debe, o se quiere asegurar. El “querer” asegurar dependerá del mercado y del apetito de las compañías, y en cuanto al poder y deber, algunos sucesos está prohibido su aseguramiento, o se pretende que el propio asegurado soporte parte del riesgo, o lo comparta para no incurrir en negligencia.
Y algunas de estas exclusiones típicas son (dependerá de cada ramo y póliza):
- Dolo o negligencia grave del asegurado
- Vicio propio del bien
- Deterioro gradual, uso o desgaste o falta de mantenimiento
- Daños amparados por el Consorcio de Compensación de Seguros
- Guerra
- Inadecuación del embalaje/estiba
Por tanto, NO TODO está cubierto, y además conviene identificar perfectamente los riesgos, para que la póliza en cuestión se adecúe de la mejor manera posible al riesgo concreto. Recomiendo contar con el asesoramiento de un profesional, y dedicar tiempo a la identificación del riesgo, aunque a menudo suela resultar una tarea tediosa. Merece la pena.