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Atando cabos

China: el despertar de la bestia

Antonio Rodríguez
Última actualización: 05-26-2025
Por Antonio Rodríguez CEO de Infopuertos
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25 Minutos de lectura
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La creciente hegemonía logística de China reconfigura el transporte marítimo global. En términos comerciales, significa que una proporción enorme de los contenedores del mundo pasan por puertos o barcos bajo influencia china.

En un muelle mediterráneo, gigantescas grúas con marcas de compañías cuya propiedad es china descargan contenedores de un buque colosal. Esta escena, impensable hace unas décadas, hoy simboliza el ascenso de China como titán de la logística global. El país asiático —la “bestia” dormida que ha despertado— se ha propuesto dominar las arterias del comercio mundial, especialmente en el transporte marítimo, puertos y cadenas logísticas. La realidad es que China ya lidera el comercio marítimo en volumen, la construcción naval y la propiedad de puertos a nivel mundial. Y esto evidencia una repercusión en el equilibrio global y en Europa, y por descontado, en España.

La gran ambición logística de China

China lleva años tejiendo una red global de infraestructuras bajo la Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como la Nueva Ruta de la Seda. Lanzada en 2013, esta iniciativa ha sumado más de 200 acuerdos de cooperación con más de 150 países, movilizando más de un billón de dólares en proyectos de transporte, energía y comunicaciones. Su componente marítimo, la llamada “Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI”, busca ampliar rutas oceánicas por Asia, Oriente Medio, África y hasta Europa. El objetivo es claro: conectar China con los mercados globales asegurando el flujo ágil de mercancías y, de paso, ganar influencia geoeconómica “a través de la generación de dependencias comerciales y económicas” de otros países respecto a Pekín. En esencia, China está invirtiendo a lo grande para garantizar que sus productos tengan rutas expeditas hacia cada rincón del planeta, sin depender exclusivamente de terceros.

Un pilar de esta estrategia ha sido la expansión naviera y portuaria. Las navieras estatales chinas, como COSCO Shipping (que incluye a OOCL), han encargado flotas de buques cada vez más grandes y modernos. Por ejemplo, en 2024 COSCO anunció la construcción o adquisición de 42 nuevos buques mercantes para ampliar su capacidad, consolidándose entre las navieras más poderosas. Al mismo tiempo, China ha financiado y construido puertos en decenas de países mediante créditos blandos, asociaciones o compras de participaciones. Un estudio reciente rastreó 123 proyectos financiados por entidades chinas para construir o expandir 78 puertos de aguas profundas en 46 países entre 2000 y 2021. Esta red abarca puertos en cada continente excepto la Antártida, demostrando el alcance verdaderamente global del plan chino.

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De la inversión a la influencia: puertos y rutas bajo control chino

El camino hacia el dominio logístico global no se logra solo con barcos, sino asegurando los nodos clave: los puertos. En la última década, empresas chinas (muchas de ellas estatales) han adquirido participaciones en terminales portuarias estratégicas por todo el mundo, o directamente construido nuevos puertos. Algunos ejemplos emblemáticos de esta ofensiva portuaria china son:

  • El Pireo (Grecia) – Antiguo puerto ateniense que, tras la crisis financiera, fue concesionado al gigante chino COSCO. Hoy COSCO controla el 100% del puerto del Pireo, que gracias a inversiones y ampliaciones se ha convertido en el mayor puerto de contenedores del Mediterráneo y una puerta de entrada clave de productos asiáticos a Europa. En 2023 recibió buques portacontenedores ultra grandes de más de 24.000 TEU de capacidad, símbolo de su transformación en hub global.
  • Hambantota (Sri Lanka) – Puerto de aguas profundas en el Índico que, incapaz de pagar sus deudas, fue arrendado por Sri Lanka a China Merchants Port por 99 años. Esto otorgó a China un enclave estratégico en la ruta marítima Asia-Oriente Medio-África, generando debate sobre la llamada “trampa de deuda”.
  • Gwadar (Pakistán) – Desarrollo portuario financiado por China en el mar Arábigo, parte del Corredor Económico China-Pakistán. Gwadar ofrece a China un acceso directo al océano Índico y forma eslabón de la “cadena de perlas” – una serie de puertos amigos de China desde el mar del Sur de China hasta el canal de Suez.
  • Chancay (Perú) – Nuevo megapuerto en la costa del Pacífico sudamericano, construido y financiado por COSCO. Inaugurado a finales de 2024 con la presencia (virtual) del presidente Xi Jinping, Chancay está llamado a ser el “Shanghái de Sudamérica” y reducirá a la mitad los tiempos de envío desde China a la región. Este puerto –con un crédito chino de casi 1.000 millones de dólares– promete reconfigurar las rutas comerciales en América Latina, conectando directamente Perú (y sus exportaciones de cobre y agroindustria) con Asia.
  • Panamá – Empresas chinas han tomado posiciones en puertos clave en ambos extremos del Canal de Panamá. La presencia de operadores chinos en este paso estratégico alarma a Estados Unidos, pues podrían tener un “doble uso” civil y potencial militar en caso de tensiones. De ahí que EE.UU. haya bendecido la operación, que aún no es definitiva, por parte de MSC y BlackRock para tomar el control de puertos estratégicos en Panamá y Europa propiedad de Hutchison.

Estos casos ilustran cómo China expande su presencia portuaria tanto en países aliados como en mercados tradicionalmente influenciados por Occidente. La “Ruta Marítima de la Seda” no es solo un concepto, sino una realidad tangible en docenas de puertos donde ondea la bandera china junto a las grúas. En América Latina, por ejemplo, además de Chancay, empresas chinas construirán otro gran puerto en Perú (San Juan de Marcona), planean inversiones portuarias en Argentina (Rio Grande) y han firmado cartas de intención en Brasil (Paranaguá).

En África y Oriente Medio el patrón se repite: China financió megaproyectos como el puerto de Djibouti en el Cuerno de África (donde además instaló su primera base naval extranjera), participa en puertos desde Kenia (Lamu) hasta Egipto (Puerto Said), y ha asegurado posiciones en el Golfo Pérsico. Todo ello responde a una visión de largo plazo: asegurar para China los eslabones críticos de las rutas marítimas por las que fluye el petróleo, los minerales y los productos manufacturados.

Puertos europeos: entre la oportunidad y la cautela

Europa no ha quedado al margen del avance logístico chino. Tras la crisis de 2008, muchos puertos europeos buscaron capital extranjero y China aprovechó para invertir agresivamente. Actualmente, empresas chinas tienen participaciones en 33 terminales de contenedores en Europa, incluyendo enclaves en prácticamente todos los puertos mayores del continente. Con la notable excepción del Pireo griego –controlado casi totalmente por COSCO–, la mayoría de estas inversiones en Europa son participaciones parciales en terminales, no la propiedad del puerto entero. Aun así, la inflitración es profunda: China está presente en terminales de los puertos de Róterdam, Hamburgo, Amberes (los tres más grandes de Europa), así como en Valencia, Bilbao, Zeebrugge, Marsella, Génova y muchos otros.

España es un ejemplo revelador de cómo la influencia china ha echado raíces en la logística europea. En 2017, COSCO Shipping Ports adquirió el 51% de Noatum Ports, operador español de terminales, por unos 200 millones de euros. Con esa compra, la compañía china tomó control de la principal terminal de contenedores del puerto de Valencia, el mayor de España, así como de la terminal de Bilbao y otros activos logísticos (puertos secos y conexiones ferroviarias). Valencia, considerada la “joya” mediterránea de COSCO, ha crecido hasta colocarse entre los cinco puertos europeos con más tráfico. En paralelo, Bilbao se consolidó como la puerta alternativa del Cantábrico gracias al impulso de los tráficos chinos. La estrategia de COSCO parece clara: articular una red que conecta el Mediterráneo (Valencia/Pireo) con el norte de Europa (Bilbao vía ferrocarril), asegurando a China puntos de entrada y salida para el comercio con el continente.

Otros puertos españoles también sienten la huella o la sombra de China. Barcelona cuenta con una gran terminal semiautomática operada por Hutchison Ports (empresa de Hong Kong alineada con intereses chinos), lo que la integra en la órbita asiática. Algeciras, en cambio, no tiene por ahora operadores chinos de peso –sus grandes terminales las llevan Maersk (APM Terminals) y TTI Algeciras–, pero enfrenta competencia creciente de puertos apoyados por China en su vecindad. Tánger Med, el megapuerto marroquí a solo 14 km de Algeciras, se convirtió en 2023 en el mayor hub de transbordo del Mediterráneo, superando en volumen tanto a Algeciras como a Valencia. Y ahora Marruecos construye otro puerto en Nador (cerca de Melilla) pensado para competir por el tráfico hacia Europa –un proyecto de 1.000 millones de euros donde el rey marroquí ha invitado a COSCO a hacerse cargo de la nueva terminal. De concretarse, Cosco operaría en Nador West Med, consolidando un dúo marroquí (Tánger–Nador) bajo influencia china frente a las costas andaluzas.

Estas inversiones chinas en puertos europeos han generado un debate entre las oportunidades económicas y los riesgos estratégicos. Por un lado, la llegada de capital chino permitió modernizar instalaciones, aumentar tráfico y conectar nuevas rutas: Grecia destaca que el Pireo revivió creando miles de empleos, y en España la “inversión china llegó a buen puerto” según algunos, al dinamizar Valencia y Bilbao. Pero, por otro lado, la Unión Europea y gobiernos nacionales empiezan a mostrar cautela. La UE ha etiquetado a China como “rival sistémico” y valora los puertos como infraestructura crítica, especialmente tras la pandemia y la guerra en Ucrania. Se teme que una excesiva dependencia de Pekín vulnere la autonomía estratégica de Europa. Bajo presión de aliados como EE.UU., algunos países han frenado o revisado acuerdos: Alemania, por ejemplo, solo autorizó a COSCO tomar el 24,9% (minoría) de una terminal en Hamburgo, tras fuertes reticencias políticas a ceder más control. Y en 2024, el gobierno italiano ha insinuado que no renovará su adhesión formal a la Franja y la Ruta, mostrando el giro en el ánimo europeo. Incluso conglomerados alineados con China, como Hutchison, han empezado a desprenderse de activos portuarios en Europa –vendiendo 14 terminales europeas a un consorcio occidental– ante la creciente escrutinio.

Consecuencias en el transporte marítimo mundial

La creciente hegemonía logística de China reconfigura el transporte marítimo global. En términos comerciales, significa que una proporción enorme de los contenedores del mundo pasan por puertos o barcos bajo influencia china. Por ejemplo, navieras de China han creado megarrutas que conectan Asia, África y Europa sin interrupciones, aprovechando sus puertos amigos para repostar o hacer transbordos. Esto puede traducirse en mayor eficiencia y menores costes para el comercio con Asia, ya que China optimiza cadenas completas de suministro –desde la fábrica en Shanghái hasta el almacén en Valencia– bajo su órbita. De hecho, la inauguración de puertos como Chancay en Perú recorta días de navegación, reduciendo gastos de transporte en rutas transoceánicas. Si a ello sumamos que los astilleros chinos construyen la mayoría de portacontenedores gigantes, Pekín controla múltiples eslabones: diseña los barcos, posee las navieras, gestiona los puertos y mueve las mercancías.

Sin embargo, este dominio tiene implicaciones estratégicas profundas. Estados Unidos, potencia tradicional de los mares, ve peligrar su influencia: “La posición de China pone en riesgo intereses económicos y de seguridad nacional de EE.UU.”, advierten analistas. Washington teme que, en una crisis, China pueda negar acceso o priorizar sus propios envíos en puertos críticos, afectando el despliegue militar estadounidense o el comercio de aliados. No es casualidad que EE.UU. esté buscando acuerdos para gestionar puertos en Grecia (Pireo, Salónica) y contrarrestar la presencia china allí. Además, se discuten medidas como recargos en puertos estadounidenses a buques fabricados o operados por chinos, buscando desincentivar la dependencia.

En cuanto a Rusia, su rol en esta dinámica es dual. Por un lado, Moscú y Pekín se han acercado geopolíticamente, y Rusia provee a China rutas alternativas: destaca la Ruta Ártica o “ruta de la seda polar”, impulsada en conjunto para conectar Asia-Europa a través del Ártico ruso, evadiendo el Canal de Suez. Además, el corredor terrestre euroasiático de la Franja y Ruta atraviesa Rusia (vía trenes China-Europa), lo que le beneficia como puente comercial. Pero por otro lado, el crecimiento marítimo chino eclipsa la influencia rusa: la flota mercante y portuaria de Rusia es modesta en comparación. Tras la invasión de Ucrania y las sanciones, Rusia depende más que nunca de exportar energía por mar a mercados como China o India; en ese sentido, un sistema logístico global dominado por China puede ser un salvavidas para Moscú, aunque a costa de subordinarse. En última instancia, el equilibrio de poder marítimo se inclina hacia un eje Asia-Pacífico liderado por China, frente al cual potencias tradicionales (EE.UU., Europa, Japón) tratan de colaborar más estrechamente.

Otros actores también reaccionan: India y Japón invierten en proyectos portuarios rivales (como el puerto de Chabahar en Irán, desarrollado por India, para competir con el Gwadar chino-pakistaní). La competencia se extiende a tecnologías logísticas (sistemas de gestión portuaria, estándares de seguridad, etc.), donde Occidente procura no quedarse atrás. En síntesis, la “batalla logística” global está en marcha, con China por ahora a la cabeza gracias a su visión integral de largo plazo.

Impacto en Europa y España: del puerto al bolsillo

¿Qué significa esta pugna logística para la economía europea y, en última instancia, para los ciudadanos de a pie? La influencia china en el transporte marítimo incide directamente sobre las cadenas de suministro y los precios que pagan las empresas y consumidores europeos. Por un lado, la inversión china puede ser beneficiosa: más capacidad portuaria y más rutas pueden implicar costes de flete más bajos y menor riesgo de cuellos de botella. Por ejemplo, si Valencia amplía sus muelles con capital (chino u otros) y atrae más megabuques, los importadores españoles podrían pagar menos por contenedor gracias a economías de escala. Un sistema logístico eficiente ayuda a que productos “Made in China” lleguen rápido y baratos a los puertos europeos, manteniendo llenas las estanterías de los comercios a precios asequibles. De hecho, China se ha convertido en el primer proveedor de España, con exportaciones hacia nuestro país que alcanzaron 45.174 millones de euros en 2024 (60% más que las de EE. UU.). Esa cifra, más del doble que hace una década, refleja cómo dependemos de los bienes chinos cotidianos: desde electrónica y textil hasta juguetes o componentes industriales.

Sin embargo, la otra cara de la moneda es la dependencia. La pandemia de 2020 evidenció que si la cadena logística asiática se traba, Europa sufre desabastecimiento y alza de precios. Cuando puertos chinos cerraron por cuarentenas y faltaron contenedores, el flete marítimo de China a Europa se disparó, encareciendo desde bicicletas hasta equipos médicos. Tener a China tan entrelazada en la logística supone que eventos locales en Asia (brotes epidémicos, decisiones políticas, restricciones de exportación) se transmiten al consumidor europeo. Por ejemplo, un atasco en el puerto de Shenzhen o Shanghái puede retrasar la llegada de componentes para fábricas españolas, forzando paros o subidas de coste. Asimismo, si una naviera china decide redirigir buques a otras rutas, podría generar retrasos en puertos europeos donde es dominante.

Además, existe un riesgo geopolítico latente: en caso de tensiones diplomáticas serias entre China y Occidente, ¿podría Pekín utilizar su poder logístico como arma? Imaginemos un escenario hipotético en que Europa impone sanciones a China; ¿veríamos ralentizarse la entrega de mercancías chinas, o priorizaría COSCO sus puertos en Asia en detrimento de los europeos? Aunque suene extremo, la mera posibilidad preocupa a estrategas en Bruselas, Berlín o Madrid. La seguridad no es solo militar: hoy la “seguridad económica” pasa por asegurar suministros estables de productos básicos, sanitarios o tecnológicos. Europa ya vivió algo parecido con la energía rusa –dependencia que resultó peligrosa– y toma nota para no caer en una nueva vulnerabilidad con China.

En España, el consumidor final quizás no perciba a simple vista estos juegos de poder, pero los nota en su bolsillo. Cuando la logística global estornuda, los precios locales se resfrían. Un aumento abrupto del coste del transporte desde Asia puede traducirse en que los juguetes de Navidad o los móviles cuesten más. Por el contrario, periodos de transporte barato (como tras la pandemia, cuando bajaron los fletes) se han reflejado en menores presiones inflacionarias en bienes importados. También está el empleo e inversión: la gestión china en puertos como Valencia ha generado actividad económica y empleo logístico local, pero a largo plazo los beneficios de esa operación fluyen en buena medida a Shanghai, no se reinvierten necesariamente en España. Operadores europeos tradicionales, como la naviera Maersk o la francesa CMA CGM, se enfrentan a la competencia de gigantes estatales chinos con bolsillos profundos, lo cual puede reordenar el sector naviero y logístico en Europa. En resumen, la expansión china incide en la economía doméstica europea tanto en bonanza (abaratando costos) como en crisis (exponiendo dependencias).

Mirando al futuro: ¿qué puede esperar Europa?

“El despertar de la bestia” logística china parece difícil de frenar. Todo indica que China continuará ampliando su red de puertos, rutas y acuerdos comerciales en los próximos años. Pekín juega a largo plazo: para 2049 (centenario de la República Popular) aspira a haberse consolidado como primera potencia económica y comercial del mundo, y el control logístico es un arma clave para lograrlo. Podemos esperar más inversiones chinas en infraestructuras críticas allá donde haya oportunidad, ya sea comprando participaciones en puertos europeos cuando el clima político lo permita, o afianzando su presencia en Asia, África y Latinoamérica si Occidente le cierra las puertas. Además, China está innovando en logística del futuro: rutas árticas por el deshielo polar, corredores ferroviarios eurasiáticos más veloces, y la integración de tecnología digital (sistemas portuarios inteligentes, e-commerce global vía Alibaba/Cainiao) que podrían darle ventajas añadidas.

Europa, por su parte, se enfrenta al reto de definir su papel en este nuevo tablero geoeconómico. Una opción es la cooperación pragmática: aprovechar las mejoras que trae la inversión china, pero fortaleciendo sus propios controles y capacidades. Por ejemplo, la UE ha lanzado iniciativas como Global Gateway para invertir en infraestructuras en terceros países como alternativa a la Ruta de la Seda, buscando no quedarse atrás en la influencia global. También es crucial que Europa diversifique sus cadenas de suministro –buscar proveedores alternativos en India, Sudeste Asiático o América Latina para no depender en exceso de China–. España, en particular, puede jugar un papel estratégico dada su ubicación: podría convertirse en hub de entrada desde Marruecos y Latinoamérica, equilibrando así la presencia china con otras rutas. Pero para eso hará falta visión e inversión en nuestros propios puertos y logísticas, manteniéndolos competitivos y seguros.

En cuanto a la seguridad, Europa probablemente endurecerá el escrutinio a las inversiones extranjeras en infraestructura crítica. Ya existe un mecanismo de control de inversiones a nivel europeo, y veremos más casos como Hamburgo donde se imponen límites a la participación china para evitar cesiones de control. No se trata de cerrar la puerta al comercio –China seguirá siendo un socio comercial imprescindible– sino de evitar una excesiva concentración de poder logístico en manos de un solo actor. Al mismo tiempo, el diálogo y la diplomacia con China serán esenciales: mantener canales abiertos para prevenir que la rivalidad económica derive en confrontación abierta. La logística global no tiene por qué ser un juego de suma cero; idealmente podría haber colaboración en estándares, sostenibilidad ambiental de los puertos, mejora de las rutas en beneficio mutuo. El tiempo dirá si prevalece la competencia feroz o la coexistencia regulada.

En conclusión, China ha despertado a su “bestia” logística y la ha echado a andar por los mares del mundo. Su avance remodela las corrientes del comercio global, planteando desafíos y oportunidades. Europa y España deberán permanecer alertas y estratégicos: invertir en resiliencia propia, forjar alianzas (ya sea con EE.UU. u otras potencias) y, sobre todo, entender que en la nueva era geoeconómica el que domina la logística domina el juego. El puerto, el barco y la ruta son los nuevos campos donde se mide el poder –y en esa regata planetaria, China lleva la proa. Solo con previsión y unidad Europa podrá asegurarse de no quedar a la estela, sino trazar su propio rumbo en este océano de influencias globales.

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