¿Quién le iba a decir al creador del spot de Scattergories, allá por los años 90, que su juego de palabras 30 años después iba a estar en medio de la última polémica animalista?.
Tras muchos años de investigación, el cultivo del pulpo en España se lleva estudiando en distintos centros de investigación más de 30 años. Un equipo español del IEO pudo llevar a cabo con éxito la cría y reproducción de pulpo en cautividad. Se abría así la posibilidad de la producción acuícola de esta especie para su consumo humano, iniciativa que Nueva Pescanova hizo suya con la adquisición de la patente y que pretende implementar en el Puerto de Las Palmas, para la producción de 3.000 toneladas de pulpo al año a partir de 2026. La empresa invertirá 65 millones de euros en la granja y generará cientos de puestos de trabajo en la isla de Gran Canaria. El proyecto está pendiente de los informes medioambientales por parte del Gobierno de Canarias.
La sobrepesca y el incremento de precios de este producto convertido en algunos países en un manjar, hacen atractiva la cría y reproducción de pulpo en granjas. Entre 2010 y 2019, el valor del comercio mundial de pulpo se disparó a 2.720 millones de dólares desde 1.300 millones de dólares, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, mientras que los desembarcos sólo aumentaron un 9%, hasta las 380.000 toneladas. En los últimos 15 años las capturas anuales ha estado en la horquilla de 350.000-400.000 toneladas.
En España, las capturas de pulpo ascienden a 14.183 toneladas, para venta en fresco, y generan 91,6 millones de euros, mientras que para congelado se sitúan en 10.205 toneladas y 22 millones de euros, de acuerdo con el último informe sobre estadísticas pesqueras del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), que recoge datos de 2019.
Estas capturas se llevan a cabo con dispares técnicas, desde arrastreros, nasas, anzuelo y sedal y arrastre de puertas y arpón. Más del 90% se congela para su exportación.
Los detractores de la cría y reproducción en cautividad alegan que los pulpos son animales sintientes, con un complejo sistema nervioso, capaces de sentir angustia y felicidad, algo que yo no voy a discutir porque probablemente estén en lo cierto, pero no menos cierto es que pescarlos en cualquiera de las formas anteriores y congelarlos en vivo en la mayoría de las veces, si no clavarles una estaca de madera en la boca y cerca del cerebro, es tan «inhumano» como que su muerte se produzca por inmersión en agua congelada.
Además, apuntan los detractores que la alimentación, basada en otras especies de peces de menor valor, fundamentalmente pelágico, esquilmará aún más los mares. Y que los deshechos de esta granja contaminarán y acabarán con el ecosistema en el entorno de la instalación.
En este tira y afloja entre partidarios y detractores, yo quiero pensar que la legislación española y europea deberá trabajar para garantizar en la medida de lo posible el bienestar animal, en el periodo de cautiverio y en el momento del sacrificio, pero no solo de los pulpos, sino de cualquier especie.
A nivel mundial, además, se debe seguir trabajando como ya están haciendo muchos países en sistemas de pesca más sostenibles, que garanticen la supervivencia de la especie y también del ecosistema donde vive, con técnicas de pesca más selectivas y sin dañar a otras especies.
En todo caso, los otros argumentos se me antojan faltos de mucho peso, ya que 3.000 toneladas, frente a las 25.000 que se pescan en España, o las casi 400.000 que se pescan en el mundo, no acabarán con la especie, no producirán un incremento de los precios, no esquilmarán los océanos con su alimentación, y no contaminarán ni el entorno, ni Gran Canaria, ni Canarias.
Lo que sí parece evidente es que será una industria que aportará economía y empleo a Canarias, una región necesitada de tejido industrial como la que más.
Y volviendo al inicio, a ese spot de Scattergories, el popular juego de mesa en el que el dueño del juego mantenía una actitud infantil y se enfadaba si sus amigos no le daban sus respuestas absurdas por válidas, que nadie piense que la gente aceptará un argumento, aunque no parezca lógico, para no discutir con el interlocutor o simplemente para zanjar la conversación.