El Primer Ministro canadiense, Mark Carney, mantuvo su primera reunión bilateral en el despacho Oval con Donald Trump. Canadá y Estados Unidos, países vecinos y ex – socios comerciales junto a México.
La discusión mantenida en La Casa Blanca resultó tensa, sin llegar a los desorbitados niveles de fricción alcanzados en la audiencia del ucraniano Volodymyr Zelensky,” Esto fue muy diferente, esta fue una conversación muy amigable” aseguró Trump. Si bien, la fricción aumentó especialmente cuando se comentó a Canadá como el 51º estado americano. Carney aseguró que Canadá no está en venta, que nunca lo iba a estar, a lo que Trump replicó sarcásticamente, “NEVER SAY NEVER”. A buen entendedor, pocas palabras bastan.
Los aranceles vecinales del 25% aplicados a los productos canadienses, resultan un tapón global, al igual que los de México, antaño amparados por el tratado de libre comercio T-MEC, Canadá exporta el 70% de su producción a Estados Unidos. A parte del crudo y energía eléctrica, los automóviles y componentes suponen el groso, con empresas automotrices globales como Toyota u HONDA establecidas con plantas productivas enfocadas al mercado norteamericano. Igualmente, las americanas Stellantis, General Motors y Ford Motor Company producen varios modelos en sus fábricas canadienses.
En esta reunión bilateral, Trump aseveró que Estados Unidos no necesita nada de Canadá, ni coches ni nada, lo cual los ejecutivos de Detroit lamentan, con pérdidas esperadas por esta guerra comercial. Queda claro que muchos componentes de los coches producidos en Estados Unidos provienen de Canadá o cualquier otra parte del mundo, por lo que la subida de costes dentro de América es evidente y la inflación de precios de venta al público, inevitable. Entonces, si el millón y medio de coches que iban a USA ya no se exportan a ese destino, ¿a dónde irán a parar tantos coches?
El tapón en el mercado automovilístico resulta doble, dado que desde México se exportan a EEUU 3 millones y medio de coches, principalmente de las grandes americanas, GM, Ford y Stellantis, que enfocan la producción en México para exportar a USA. Otras automotrices globales como Volkswagen, BMW, Audi, KIA, Toyota, HONDA o NISSAN, también ven mermado mercado de ventas, pero con menor afección, dado que sus producciones mexicanas se exportan también al resto de mundo y no sólo a USA.
El mercado de la automoción está en un impase, en el que los grandes productores tradicionales están sufriendo el implacable auge de los nuevos productores chinos. Especialmente perdida está la batalla del vehículo eléctrico, y los costes dumping de los vehículos de combustión alteran el escenario de manera contundente.
En España, andábamos orgullosos de la industria automovilística nacional. En el país hay en la actualidad fábricas y líneas de ensamblaje por todo el mapa. Desde Stellantis, Ford, SEAT, Volkswagen, Renault, Mercedes-Benz, IVECO hasta EBRO. El sector del automóvil genera más 2 millones de empleos, si bien en clara tendencia descendente. La automatización, robotización, IA y nuevas tecnologías demandan escasa mano de obra, por lo que otro frente abierto para el gobierno y la economía. Turbio futuro para los coches patrios, que pueden verse capados sin mercados de exportación, con precios poco competitivos frente a los rivales chinos y sin visión en la movilidad eléctrica. Veamos si renegamos de las fábricas de coches antes de lo esperado o deseable, mucho flujo de mercancías en juego…