Los ingenieros de caminos, canales y puertos (colectivo al que me enorgullezco pertenecer) son los profesionales cuya formación consiste en el aprendizaje de las ciencias que son la base para el dominio de las técnicas que permiten la construcción de obras públicas.
Entendemos por obras públicas todas aquellas infraestructuras de uso civil que independientemente de su titularidad o uso (público o privado) deben su razón de ser y su servicio al transporte: como las carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos y canales (sí esos que dan nombre a la profesión, los de navegación); al urbanismo, la ordenación del territorio y la planificación urbana, como el tráfico, el abastecimiento y el saneamiento; y al medioambiente como las hidráulicas y energéticas, las de ingeniería sanitaria y las de protección costera. Y, en la medida que su formación incluye todos los aspectos de estas infraestructuras, las atribuciones de los ICCP incluyen, la concepción, planificación, diseño, proyecto, construcción, conservación y explotación de las citadas obras en especial aquellas que están vinculadas al terreno ya sea terrestre o marítimo con la única excepción de los túneles (reservados a la ingeniería de minas) y aquellas otras que por su especialidad se comparten con las diversas ramas de la ingeniería (agronomía, forestal, minera, industrial, etc.).
Siendo este el contexto, de forma particular opino que nuestro colegio profesional (Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos) hace poco bien resumiendo el nombre en su logo a «caminos» porque personalmente siempre he aborrecido la economía del lenguaje coloquial para referirse a nuestra profesión abreviando toda la belleza de su denominación a la simpleza de «ingeniero de caminos». Y así lo escribo porque así lo siento y porque puestos a abreviar yo me considero mucho más «ingeniero de puertos» que de «caminos». Y sin pretender ofender, nada más lejos de mi intención (vayan las disculpas por delante), si alguna vez se produjese una separación de funciones por arte de alguna ley y/o algún master de pacotilla creo sin lugar a dudas que los ingenieros portuarios estarían más y mejor preparados que los de caminos, dado que esta especialidad es mucho más completa, más transversal y abarca todas las disciplinas de la ingeniería civil.
Traigo el tema a colación porque he leído este artículo encabezado por el profesor alberto camarero orive que me ha parecido muy valiente: Los puertos y los ingenieros | Transporte XXI
En tiempos en el que se anuncian más de 300 puestos en la oferta de empleo público de 2022/23 en los Puertos del Estado y las Autoridades Portuarias apenas hay alguna para «ingenieros de puertos» y por no existir hoy por hoy ni siquiera el director (máximo responsable de la gestión ¿técnica?) de la Autoridad Portuaria tiene que tener esta titulación. Las exigencias de titulación superior que trae el convenio colectivo de Puertos del Estado y de las Autoridades Portuarias han descendido hasta las categorías que debían corresponder a los ciclos superiores de formación profesional y esto unido al desempleo en nuestra profesión ha hecho que en muchas Autoridades Portuarias haya compañeros ICCP que han tenido que aceptar puestos de categoría inferior que la que debía corresponder a su formación y titulación y están ejerciendo competencias inferiores y en detrimento de ocupaciones que deberían ofrecerse a titulados de los ciclos de formación profesional.
Resulta inconcebible que una profesión con tan alta cualificación haya sido incapaz de perder tanto terreno en tan poco tiempo. Pero como todo, hay explicación. La titulación se ha devaluado debido a la proliferación de escuelas por toda la geografía debido al Marco Europeo trazado en Bolonia. Los egresados de hoy, salvo honrosas excepciones, no son ni la sombra de los ingenieros de la generación anterior. Como consecuencia de la cantidad de escuelas el número de ingenieros se ha multiplicado y no hay volumen de contratación en el sector ni trabajo para todos en España, ni siquiera emigrando como ha hecho Ferrovial (basta hacer un sencillo cálculo sobre sueldo aceptable para la categoría profesional y número de profesionales y se llega a la inmediata conclusión de que es imposible que el todo colectivo pueda dedicarse a ejercer la profesión para la que se ha preparado). Las obras han obnubilado (en detrimento de la explotación) y los casos de corrupción también. A los políticos les gusta hacer obras y a los constructores que les contraten los políticos, por eso ha venido muy bien inundar el mercado con mano de obra cualificada ¡y barata!. Y esto los jóvenes estudiantes de hoy lo saben y no están dispuestos a sacrificar los mejores años de su vida para desembocar en las colas del Servicio Público de Empleo Estatal SEPE. Por esto en «la generación más formada» ha descendido la demanda, el mercado laboral ha puesto las cosas en su sitio y tanto que las escuelas están teniendo que regalar la nota de corte para el acceso al grado de ingeniería civil (lo que en el fondo hacen también para poder justificar su propia existencia porque entre ellas saben que de otra manera muchas tendrían que cerrar). Y por último, sin buscar otros responsables más que nosotros mismos como colectivo no hemos sabido defender la profesión adoptando una postura de sumisión y pasividad.
Nuestra brillante gestión y admirable habilidad (con la de los responsables del colegio profesional de los últimos 30 años a la cabeza) ha demostrado durante todo este tiempo que no hemos sabido proteger los intereses de la propia profesión. Es realmente admirable cómo nuestra gran genialidad estratégica ha servido para abrir las puertas a la competencia sin ofrecer apenas resistencia.
Y en este panorama aparecen los puertos ofertando puestos para todo menos para «ingenieros de puertos» por lo que el artículo del profesor Camarero parece indicar que algo debe estar moviéndose ante la resuelta evidencia de que no resulta de recibo que el esfuerzo invertido en terminar los estudios de esta bendita carrera y los conocimientos adquiridos no se vean compensados acorde a su dificultad académica.