Durante el pasado mes de febrero, los inversores retiraron 2 billones de dólares de sus fondos de capital en los mercados europeos. Se está produciendo un éxodo de las inversiones por el temor a la inestabilidad política y económica. La crisis de los mercados financieros ha potenciado el flujo de capital hacia otras actividades, como las materias primas, tendencia que persiste, a medida que se prevé una prolongación del conflicto ucraniano.
La venta de fondos ETF y activos europeos continúa a día de hoy, a pesar del impulso que tuvieron a principios de 2022. El índice Euro Stoxx 600, ha caído un 10,5% desde mediados de febrero, mientras que los activos de EE.UU. no han dejado de subir.
La huida de capital mantiene una dirección clara hacia el oeste. La inestabilidad, la volatilidad de los mercados, la inflación, la crisis energética, los últimos acontecimientos geopolíticos, el conflicto de Ucrania, transmiten incertidumbre e inseguridad a los inversores.
Si el problema de suministros y las demoras en el transporte marítimo durante la pandemia, motivaron una tendencia hacia la relocalización de las empresas, para garantizar el abastecimiento de bienes básicos de consumo, el conflicto de Ucrania ha sido el mayor detonante, para presenciar un retroceso de la globalización de los mercados y su cadena de producción.
La geopolítica y el orden mundial actual, confieren un riesgo añadido a las estrategias globalizadoras y a la macroeconomía, provocando la revisión de las dependencias comerciales inter-estados.
Mutatis mutandis, los acontecimientos están impulsando una aceleración en el desarrollo e implantación de las energías verdes alternativas a las fuentes de origen fósil, para avalar la seguridad energética. Presenciamos un repunte de las monedas digitales en los mercados financieros, eso si, con ciertas regulaciones para una mayor garantía en las operaciones y contribuir a la reducción de la economía sumergida.
La relocalización de las empresas está mejorando la economía interna de los principales países productores. Los bienes se producen y consumen dentro de su fronteras, además del ahorro que esto supone en logística de transporte. Y lo más importante, se garantiza el abastecimiento de productos clave, lo que se ha puesto de manifiesto durante la pandemia con los productos sanitarios o microchips.
El paso de la globalización hacia la recolocación de las industrias, nos lleva inexorablemente a una reordenación de las principales rutas marítimas y hubs logísticos. Es posible que, en estas circunstancias, la estratégica ruta de la seda china se vea alterada y que el gigante asiático vea mermadas sus exportaciones, debido a la tendencia al alza de sus precios. China ya no produce tan barato y se ve condicionada por factores externos que escapan a su control, como el precio de las materias primas.
La deslocalización también llevó al vaciamiento de las regiones manufactureras y a la interrupción de la cadena de suministro durante la pandemia, revelando las vulnerabilidades creadas por la globalización. La oferta no ha podido seguir el ritmo de la elevada demanda, gracias a la recuperación de algunas economías y su creciente consumo.
Después de décadas de globalización y abastecimiento barato, minimización de costes, las oportunidades de inversión miran ahora hacia los suministros fiables y la producción local.
En Asia Oriental, concretamente en Taiwán, Semiconductor Manufactoring y Samsung en Corea del Sur, se fabrican el 80% de los microchips que se emplean en el mundo. Se intuyen los motivos de las tensiones geopolíticas entre grandes potencias en el mar del sur de China. La situación ha generado la reacción estadunidense para recuperar parte de esta producción en su propio territorio.
“A río revuelto, ganancia de pescadores”. La inestabilidad en Europa y Asia Central, ha impulsado los valores de América Latina. El MSCI Latin American Index ha aumentado un 13% en el presente año. Destacan las ganancias de Chile, Perú, Colombia y Brasil. Esta tendencia esta atrayendo importantes cantidades de capital.
El aumento de los precios de los productos básicos, de los que Latinoamérica es uno de los principales productores mundiales, atrae nuevas inversiones. Brasil es uno de los mayores productores mundiales de soja, petróleo crudo y mineral de hierro, productos que se han visto muy afectados por el conflicto entre Ucrania y Rusia.
El repunte en los precios del petróleo, perjudicará a los países importadores de crudo en Latinoamérica como Chile y Perú.
Chile produce cobre. Argentina ha visto sobrevaloradas sus exportaciones de trigo y suple con sus productos a mercados que han dejado de comprar en Ucrania o Rusia.
Así la dirección de los tráficos este-oeste de cereales, se invertiría gracias a la producción de la gran despensa latinoamericana.
Lo mismo ocurre con el suministro de GNL o petróleo crudo, que se suministran a través de gaseros y petroleros, con origen en los centros de exportación de EE.UU.
En el Mediterráneo y Canal de Suez se incrementará el tráfico marítimo con productos procedentes de Oriente Medio y con suministros en sentido oeste-este, lo que afectará obviamente al Estrecho y puertos limítrofes.
Si la tendencia hacia la producción local continúa, una de las grandes perjudicadas sería China y por lo tanto los tráficos que partiendo del gigante asiático tuvieran como destino final el continente europeo.
En los próximos meses seremos testigos de una gran variabilidad de las rutas marítimas, circunstancia que no se alteraría, aun dándose la finalización del conflicto ucraniano. Recuperar el equilibrio comercial y productor en la región, sin duda llevará tiempo.